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IA impulsa eficiencia y ganancias en sector petrolero tradicional
Escrito por
MIIA
Publicado
12 de septiembre de 2025
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5 min
La inteligencia artificial no solo está revolucionando la tecnología, sino que también está cambiando por completo la economía energética mundial. Hoy en día, el recurso más valioso ya no es el petróleo, sino la electricidad necesaria para entrenar modelos de IA y mantener en funcionamiento enormes centros de datos. Por ejemplo, grandes empresas tecnológicas como Microsoft han invertido millones en infraestructuras de datos, superando incluso el capital que Exxon y Chevron proyectan destinar juntas. En este contexto, los megavatios se han convertido en el nuevo “oro negro”.
Las empresas de servicios petroleros, que están atravesando un momento complicado, están reinventándose para encontrar nuevos nichos. En Estados Unidos, la cantidad de plataformas terrestres ha disminuido desde 2022, y esto ha llevado a compañías como Solaris Energy Infrastructure, Liberty Energy, Atlas Energy Solutions, ProPetro y ProFrac a buscar un cliente inesperado: las gigantes tecnológicas. Su estrategia es aprovechar la experiencia adquirida en el fracking para instalar unidades generadoras de electricidad independientes de la red, alimentadas con gas natural, justo junto a los centros de datos. Solaris, por ejemplo, se asoció con xAI para operar 900 megavatios de turbinas de gas en Memphis, que alimentan la supercomputadora Colossus 2.
A diferencia de las grandes petroleras que buscan vender su propio gas, estas firmas de servicios no extraen combustible, sino que usan su equipamiento y conocimientos técnicos para convertirse en proveedores de electricidad off-grid. Mientras las grandes compañías tratan de colocar su producción, estas empresas se adaptan para sobrevivir en un mercado complicado.
Otro punto clave es la rapidez para conectarse. Mientras las compañías eléctricas tradicionales pueden demorar hasta cuatro años en dar acceso a la red, estas unidades modulares de gas están listas para operar en menos de dos años, una ventaja crucial en un sector que corre contra el tiempo para ampliar su capacidad. Además, ofrecen precios más estables en comparación con la fluctuación del suministro eléctrico, un factor que valoran mucho sus clientes.
La situación política y económica también influye. La OPEP+, liderada por Arabia Saudí y Rusia, está bombeando más petróleo del que el mercado demanda, lo que mantiene los precios bajos. Esta estrategia busca ganar cuota de mercado y, al abaratar la gasolina, ayuda a contener la inflación en Estados Unidos. Sin embargo, el impacto secundario es que debilita a la industria del fracking en ese país, que necesita precios más altos para ser rentable, lo que empuja a algunas firmas a buscar nuevos clientes, como los centros de datos.
Además, los eventos geopolíticos recientes, como el ataque en Doha contra líderes de Hamás, recuerdan la fragilidad del equilibrio energético global. Aunque estos incidentes no afectan inmediatamente el suministro, generan incertidumbre. Según expertos, en lugar de estar asistiendo a un reemplazo rápido de los combustibles fósiles, lo que se observa es una “adición energética”: las renovables crecen, pero el petróleo y el gas aún tienen un peso creciente en la mezcla energética, reforzando su papel en la creciente demanda que genera la IA.
Este fenómeno no se limita a las firmas de servicios petroleros en Estados Unidos. Startups como Crusoe Energy, que antes minaban Bitcoin, ahora levantan centros de datos junto a pozos de gas para aprovechar un combustible que antes se desperdiciaba, y participan en proyectos como Stargate, de OpenAI, Softbank y Oracle, con una capacidad de 360 megavatios. Las grandes petroleras también están buscando su espacio: ExxonMobil y Chevron están desarrollando plantas off-grid con sistemas de captura de carbono, mientras que en Europa la italiana Eni apuesta por la inteligencia artificial “verde” y el almacenamiento de CO₂ con el apoyo de su supercomputadora HPC5.
Incluso los fabricantes de turbinas, como Siemens Energy, están viendo un aumento en pedidos gracias al auge de los centros de datos. En términos geopolíticos, países como Rusia, Irán y Catar, que poseen más de la mitad de las reservas mundiales de gas natural, se mantienen en posiciones estratégicas. En un mundo donde la IA demanda una electricidad constante y confiable, el gas natural se consolida como un recurso clave, tanto para la industria tecnológica como para el equilibrio geoenergético global.
Las perspectivas son de un crecimiento acelerado: se estima que la demanda de gas para centros de datos aumentará en 47 GW para 2030, y en Estados Unidos el consumo eléctrico de estas instalaciones podría triplicarse, de 290 teravatios hora en 2024 a más de 700 TWh en 2030.
La Agencia Internacional de la Energía prevé que el consumo de petróleo y gas no tocará pico esta década, sino que seguirá creciendo hasta 2050, con el gas natural mantenido como la fuente más confiable para cubrir demandas puntuales.
No obstante, este modelo tiene sus limitaciones. Los proyectos de generación modular suelen ser temporales y podrían ser una solución transitoria antes de pasar a renovables o a tecnologías como la nuclear. Además, aunque estas turbinas se instalan rápido, son menos eficientes y más costosas en términos de combustible que las grandes plantas tradicionales. También hay resistencia social, como ocurrió en Memphis, donde protestas por la contaminación pusieron en evidencia sus impactos. Y al ser una tecnología fácil de replicar, el mercado se vuelve muy competitivo, con márgenes ajustados y pocas ventajas sostenibles a largo plazo.
La IA ha cambiado las reglas del juego energético. Desde startups hasta petroleras, pasando por fabricantes de turbinas y proveedores de fracking, todos buscan alimentar el creciente apetito eléctrico de los centros de datos. En este nuevo escenario, lo que antes era el petróleo, ahora son los megavatios. La lucha por proveer esa energía fiable y abundante definirá el futuro de la inteligencia artificial y la transición energética misma. La incógnita es si este “nuevo oro negro” será un negocio duradero o solo una fiebre pasajera, hasta que las redes y las energías renovables puedan cubrir completamente la demanda de la IA.